—Hermana, ¿dónde está mi cuñado? —preguntó Pedro, inquieto, mirando el reloj y luego a Luciana con ojos ansiosos.
—Tranquilo, Pedro. Voy a llamarlo para ver qué pasa —respondió ella, poniéndose de pie para marcar el número de Alejandro.
El tono de llamada sonó un buen rato antes de que él contestara.
—¿Luciana?
—¿Dónde estás? —indagó Luciana, sin rodeos—. Ya es hora de ir al aeropuerto. Pedro me está preguntando por ti.
—¿Tan tarde es? —murmuró Alejandro, presionándose el entrecejo mientras miraba la hora en su reloj—. Lo siento, Luciana. Todavía me tomará un rato más. ¿Podrías irte al aeropuerto con Pedro y yo llegaré directo allá? ¿Te parece bien?
Luciana sintió un nudo en el estómago.
—¿Estás en el hospital? —soltó con un deje de frustración.
Después de unos segundos de silencio, Alejandro confesó:
—Sí…
En realidad, había intentado terminar temprano para pasar a la Estancia Bosque del Verano, pero en el camino le llamaron del hospital y tuvo que ir de inmediato.
—Tú… —empezó ella, c