—¡Esto es grave! —exclamó Felipe, tanteando la pared hasta encontrar el interruptor. Al encender la luz, se llevaron otra sorpresa: la habitación parecía un desastre. Daba la impresión de que Alejandro se había dedicado a destrozar todo, a punto de arrancar las paredes.
—Es un caos… —murmuró Amy, corriendo hacia la ventana—. Voy a abrir para que circule algo de aire.
—Yo buscaré al señor Alejandro —dijo Felipe, avanzando con cuidado entre los restos.
Lo encontró dormido en el sofá, completamente vestido.
—Señor Alejandro, despiértese —le susurró, pero no obtuvo respuesta. El olor a alcohol y tabaco en su ropa era insoportable. Felipe pensó: «¿Cuánto bebió para caer así?». Además, Alejandro llevaba mucho tiempo sin fumar dentro de la casa, incluso cuando Luciana no estaba. «Esta vez, la pelea debe haber sido realmente grave», concluyó.
—Señor Alejandro… —repitió, intentando sacudirlo un poco. Sin embargo, ni bien lo tocó, Alejandro dio un respingo y corrió al baño.
—¡Ugh! —se escuchó de