Luciana, por su parte, se fue a la ventana del pasillo, dispuesta a esperar el tiempo que hiciera falta. Sin embargo, no tardó mucho en ver cómo Alejandro salía, luego de, aparentemente, dejar a Mónica bajo control.
—Luciana… —la saludó él, suave, deteniéndose ante ella.
—¿Dónde está Pedro? —le soltó sin rodeos, con la voz tensa y el gesto serio—. ¿A dónde lo llevaste?
Luciana se esforzaba por mostrarse tranquila, pero sus manos fuertemente entrelazadas dejaban en evidencia su ansiedad. Alejandro lo notó y frunció el ceño, hablando con un tono engañosamente sereno:
—El Sanatorio Cerro Verde no era la mejor opción. No tienen un programa especializado para el tratamiento del autismo. Lo reubiqué en una institución más adecuada. Balma y Lorenzo siguen con él, está bien cuidado.
Respondió sin decir el nombre del lugar, evadiendo la pregunta.
La voz de Luciana se alzó con rabia contenida:
—¡Te pregunté que dónde está Pedro! ¡Quiero verlo!
Alejandro no se inmutó; al contrario, parecía haberl