—Entendido.
Calle del Nopal no quedaba lejos del hospital UCM ni del departamento de Martina. Ricardo entró en el complejo habitacional y estacionó el auto en la parte de abajo. Sacó las maletas y caminó al frente.
—¿Tienes la llave? Yo no tengo copia.
—Sí, la traigo —confirmó Luciana.
Subieron y, en cuanto abrió la puerta, Luciana prendió la luz. Esta era apenas su segunda visita, pero todo se notaba distinto: la renovación estaba terminada y el lugar lucía completamente amueblado.
Ricardo dejó el equipaje en la habitación principal y, al salir, le preguntó:
—¿Te gusta cómo quedó?
—Mucho —admitió Luciana con un leve asentimiento.
—Me alegra… —Ricardo suspiró, pero enseguida frunció el ceño y se llevó la mano al estómago.
Luciana notó que su semblante estaba pálido. Él ya venía mal de salud y, además, había estado cargando maletas y subiéndose y bajándose del auto.
—¿Te sientes bien? —preguntó con preocupación.
—Estoy bien, no te asustes —contestó Ricardo con una sonrisa cansada—. Luci