Isla Minia, siendo un destino turístico, estaba repleta de hoteles y hostales pequeños.
Sacó las llaves del auto y se las dio a uno de los guardias:
—Te encargo que me traigas el coche.
—Sí, señor Guzmán —respondió el guardia, con toda formalidad, y fue en dirección al estacionamiento.
Sin embargo, al dar apenas unos pasos, el guardia se detuvo en seco, nervioso:
—Señora Guzmán…
Luciana apareció sosteniendo un paraguas, esbozando una ligera sonrisa. El guardia, en su mente, solo pensaba: «¡Vaya día! ¿La esposa oficial viniendo a descubrir al amante en pleno acto? ¡Y yo en medio…!»
—Hola —lo saludó Luciana con una voz suave, antes de dirigir la mirada a Alejandro.
En ese instante, Alejandro sintió un escalofrío que le erizó la piel, y sus palabras se atascaron en su garganta.
—Lu… Luciana…
Ella dedicó una mirada fugaz a Mónica, que seguía casi inconsciente en los brazos de Alejandro, y esbozó una sonrisa casi imperceptible.
—¿Estás sacando el auto? ¿A dónde pensabas llevarla?
Alejandro,