—Ya entendí.
Colgó y Martina se quedó ida. Sabía que el accidente aéreo era un hecho; lo único que podían hacer era intentar localizarlo… Con suerte, él solo estaría herido. ¿Pero qué tan probable era eso? No se atrevió a seguir pensando.
Pronto toda la familia Hernández se enteró. Martina se sentó en el sofá, sin decir palabra, con el rostro lívido. De vez en cuando tomaba el celular por miedo a perder un mensaje de Luciana. Pasó la noche y no llegó nada.
Volvió a su cuarto y se acostó. Dio mil vueltas; no podía dormir. Marcó a Luciana.
—Luci, soy yo.
—Aún no hay noticias —Luciana entendió de inmediato lo que quería saber—. En el aeropuerto tienen listados preliminares y Ale ya hizo contacto, pero todo está caótico; todavía no publican la relación de heridos y fallecidos… Martina, hay que esperar.
—Está bien.
No había más que esperar.
Colgó, cerró los ojos y se obligó a dormir. Apenas los cerraba y se le aparecía Salvador, con esa cara de portada.
—¡Salvador! —se incorporó de golpe, c