—¡Marti!
La voz de Laura sonaba desesperada, con un leve tono de llanto.
—¡Tu papá se cayó desde la planta de arriba!
“¿Qué?”
El corazón de Martina dio un brinco; todo su cuerpo se tensó de golpe y sintió manos y pies helados.
—¡Mamá! Háblame despacio, ¿cómo está papá ahora?
—Ni siquiera sé bien qué pasó… Tu papá venía bajando de arriba, de pronto pisó en falso y se vino abajo.
“¿Cómo que se vino abajo?”
Martina apretó con fuerza la palma de la mano.
—Entonces, papá, él…
—¡No asustes a la niña! —se oyó la voz de Carlos al fondo—. Dame el teléfono, yo le digo.
—Ten…
Al otro lado de la línea, la voz cambió a la de su padre.
—Marti, no te asustes, no es tan grave como dice tu mamá. Ella se espantó mucho. Sí me caí, me lastimé la pierna, pero no es nada del otro mundo…
La voz de su padre sonaba relativamente firme, pero Martina alcanzaba a notar cómo apretaba los dientes aguantando el dolor, soltando de vez en cuando un par de respiros entrecortados.
—¿Cómo que “no es nada del otro mundo”?