Capítulo 1654
De regreso, Salvador dejó los peces junto al fogón, se arremangó y miró a Martina:

—¿Cómo te los quieres comer? ¿A la parrilla o en caldo?

—Eh… —Martina siguió un poco en las nubes—. Como sea.

—Entonces yo decido —sonrió—. Voy viendo.

—Te ayudo.

No pensaba quedarse mirando y solo llegar a la hora de comer. También se arremangó.

—Perfecto —le respondió él con una mirada breve.

Se repartieron el trabajo: a los de la parrilla les pusieron condimentos y dejaron la olla del caldo montada. De paso echaron unas verduras a la brasa.

—¡Guau! —cuando Luciana llegó con los suyos, la pérgola ya olía a gloria.

Alba se lanzó risueña a los brazos de Martina.

—¡Tía Marti, qué rico huele!

Martina le pellizcó la naricita:

—Ve a lavarte las manos. En nada comemos algo bien rico.

—¡Sí!

La niña obedeció, y no se olvidó de Salvador:

—Tío, gracias por el trabajo. ¡Alba va a comer muchísimo!

—Muy bien —asintió él, divertido.

En un momento todos estuvieron con las manos limpias y se sentaron alrededor del fogó
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