Capítulo 1645
Martina estaba con el ceño fruncido; Salvador también se veía incómodo.

—Entonces… ¿cancelamos la cena? —intentó sonreír.

—¿Por qué? —Martina infló las mejillas, molesta—. ¿Porque ellos no vinieron ya no comemos? ¿O nos quedamos mudos de golpe? ¿Tú sabes lo que cuesta conseguir esta mesa? Y los ingredientes llegaron por avión: hay que esperarlos.

Dicho eso, jaló la silla y se sentó. Luego le lanzó otra mirada a Salvador; con el enojo encima, no fue nada suave.

—¡Siéntate! Vamos a comer. Si ellos no, nosotros sí; y más.

—Está bien —Salvador apretó los labios y se sentó, con una media sonrisa.

—¡Mesero! —Martina presionó el timbre de servicio—. Ya pueden empezar a sacar los platos.

—Con gusto. Enseguida.

No tardaron en llegar los primeros. Martina lo animó:

—Come, no te quedes corto.

Con sus propios cubiertos, le acercó una porción.

—Prueba este cordero patagónico. Lo trajeron hoy en la mañana, dicen que lo faenaron hace menos de ocho horas.

Charló ligera:

—Ya sé que no te gusta ese sabo
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