En el correo había un video.
Los protagonistas eran Marc y una mujer con el rostro pixelado.
—¿Solo esto? —Martina lo miró, desconcertada—. No le vi nada del otro mundo.
—¿Que “no del otro mundo”? —Marc se puso rojo—. Ah, claro… se me olvida que eres doctora…
—¿Y eso qué tiene que ver? —Martina negó, entre divertida e incrédula—. A lo sumo se les veía sin ropa, acostados juntos. Y ya.
—¿“Y ya” te parece poco? —Marc abrió los ojos—. Además, cada vez me mandan un video distinto. ¿Cómo sabes que no tienen otro peor?
—Visto así… —Martina asintió despacio—. Es posible.
—¿Verdad? —Marc se dejó caer en el respaldo, con la cara desencajada.
—No. —Martina golpeó la mesa con la palma—. ¡No vamos a dejar que se salgan con la suya! Esto es una trampa de seducción, un montaje.
Se puso de pie.
—¿A dónde vas?
—A denunciar.
—¡No! —Marc la detuvo de inmediato, angustiado—. Dijeron que si me atrevía a denunciar, le mandarían el video a Ariadna.
—¿Ariadna? —Martina abrió los ojos—. ¿También saben de Aria