—Si tú no te ibas a descansar, Martina tampoco; y ella no podía desvelarse —dijo Carlos, mirando a su hija.
A Laura se le enterneció el gesto por la niña y solo asintió.
—Está bien, a dormir.
“Ese mocoso podía escaparse un rato, pero no iba a dejar de volver a casa”, pensó.
La familia recogió y se fue a dormir.
A la mañana siguiente, Martina fue la primera en despertar. Al bajar las escaleras, oyó ruido en la entrada. Se acercó y vio a Marc, que no había vuelto en toda la noche.
—¿Hermano? —abrió los ojos de par en par—. ¿Hasta ahora regresas? Te aviso que… ¡estás frito!
Lo llevó al sofá de la sala y lo sentó.
—A ver: la cita arreglada de anoche… ¿por qué no fuiste?
—Yo… —Marc titubeó—. Sí fui.
“Si no, ¿por qué habría pasado la noche fuera?”, pensó.
—¡Ajá! —Martina lo fulminó con la mirada—. ¿Todavía mientes? La intermediaria llamó: dijo que dejaste plantada a la chica.
Marc se quedó frío, con los labios entreabiertos. Iba a hablar, pero se contuvo.
—¡Tú…! —Martina le dio un toquecito