Con las gestiones y llamadas de Laura, Marc fue en persona a ofrecer disculpas, primero a la intermediaria y luego a la chica a la que había dejado plantada.
Para sorpresa de todos, a los dos días llegó una buena noticia. La intermediaria llamó: la joven aceptó las disculpas y, además, le había quedado una impresión favorable de Marc.
—La muchacha quiere intentarlo con Marc —dijo—. Señora Hernández, pregúntele si él también quiere.
Laura se puso feliz y, apenas colgó, fue a contarle a Marc.
—Hijo, ¿tú qué dices? Ya la viste. ¿Qué te pareció?
Marc se puso rojo hasta las orejas y no encontró palabras.
—¡Habla! —Laura se desesperó—. ¿Parí una piedra o qué?
—Pff… —Martina soltó la carcajada. Le dio unas palmaditas a su mamá y miró a su hermano, con las mejillas encendidas—. Mamá, ¿de veras no lo ves? ¿Cuándo lo has visto así de rojo? —Le guiñó a Marc—. A que te gustó la chica, ¿o no?
Y sí, sí. Entre hermanos, la juventud se olía. Para Marc también había sido un imprevisto: apenas entró a d