—¿De verdad?
Al oírla, a Salvador se le disparó el corazón y la respiración se le volvió corta. Dio tres pasos hasta quedar frente a Martina; levantó la mano, pero no supo qué hacer.
—¿Y ahora qué hago?
—¡Ve por el médico! —Luciana estaba entre reír y llorar—. ¡Llama al médico tratante!
—Eh… ¡sí!
Salvador asintió, giró y salió casi corriendo. Iba tan rápido y tan nervioso que perdió el norte.
—¡Salva! —Ale lo vio y le gritó—. ¡Por ahí es el comedor!
—¡Ah, sí!
Salvador reaccionó, cambió de dirección y por fin salió.
—De verdad… —Luciana negó con la cabeza, nerviosa y divertida a la vez. De pronto recordó—. ¡Tengo que llamar a don Carlos y a doña Laura!
Con un poco de suerte, Martina ya habría despertado.
***
—¿Cómo va?
Carlos y Laura llegaron a toda prisa; como era fin de semana, Marc no había ido a la empresa y los acompañó.
—¡Luci!
Laura le sujetó la mano con fuerza.
—¿Martina despertó? ¿De verdad?
—Tía, tranquila —Luciana le dio unas palmaditas—. El doctor está adentro; en cuanto sal