Capítulo 160
Fue seguido por el estruendo de un trueno.

La tormenta comenzó de repente, con una lluvia fuerte y ruidosa.

Luciana frunció el ceño, mirándolo con urgencia.

—¡Anda, ve ya! La lluvia está empeorando, y así será más difícil encontrarla.

No estaba molesta; de hecho, estaba pensando en su bienestar. Alejandro no supo cómo sentirse: ¿debería alegrarse o entristecerse?

Se levantó con el ceño fruncido.

—Voy entonces. Tú sigue comiendo, pero sin apuro. Comer deprisa hace mal.

—Lo sé. —Luciana asintió con una sonrisa.

Aun así, él seguía inquieto.

—Juan y Simón te llevarán de vuelta a casa.

Luciana sabía que esos dos hermanos siempre vigilaban a Alejandro, siguiéndolo discretamente, incluso cuando él conducía solo. Con la boca llena de cordero, solo pudo asentir.

—Sí, sí.

—Y cuando llegues, me llamas.

—Está bien… —Luciana rió con suavidad—. Anda, que no soy una niña.

—Me voy entonces.

Luego de asegurarse de que no quedaban más recomendaciones, Alejandro dio media vuelta y salió, pero apenas habí
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