La verdad, con dos hombres yendo y viniendo, todo resultó mucho más llevadero.
Si Luciana hubiera estado sola, habría tenido que hacer filas y, al mismo tiempo, cuidar de Martina: un enredo.
Antes del mediodía ya habían terminado todos los estudios.
—Ay… qué hambre —Martina frunció la boca. Por las pruebas no había podido desayunar. Pensar en la comida del hospital no la entusiasmaba—. ¿Qué toca hoy aquí?
—Tranquila —Luciana la ayudó a recostarse—. No vas a comer del menú del hospital. Vicente ya fue a casa por la comida. El chef dejó todo listo.
—¿Con razón? —Martina se sorprendió—. Acabamos el último estudio y ya no lo vi. Pensé que le había surgido algo en la empresa y salió corriendo.
—Vi la hora y lo despaché —explicó Luciana, sin dejar de observar si Martina sentía alguna molestia.
En ese momento también estaba Marc. Al principio iba a ir él, pero Vicente se adelantó y se colgó la encomienda.
Marc alzó las cejas, medio en broma:
—El joven Mayo no es mala gente. Con tantos años de