Alejandro le echó una mirada al amigo y, en silencio, suspiró. Con ese estado, ¿cómo había podido firmar un divorcio?
—No lo sabía —negó con la cabeza, sincero—. Ese día yo estaba mal y fui al hospital. Juan se cruzó con ella y con Luci; Luci llevaba una bolsa llena de medicinas y dijo que Martina no se sentía bien.
No había pedido detalles. Y ahora, al ver a Salvador hecho trizas, lamentó no haber preguntado un poco más.
Con esa sola frase, a Salvador se le vació el cuerpo, como si se quedara sin alma. Empezó a inquietarse. Pensó en Estella, que no había terminado de recuperarse tras la pérdida del embarazo. “¿Y si Martina…? Una mala recuperación después de una pérdida no es cualquier cosa.”
—¿Preocupado? —preguntó Alejandro.
—¿Quién, yo? —Salvador forzó una risa—. ¿Por quién voy a preocuparme? ¿Por Martina? No bromees. Es mi ex. Ya no tiene nada que ver conmigo. ¿Preocuparme por ella? ¿Estoy loco?
—Ajá.
Como él no iba a admitirlo, Alejandro no insistió. Pero Salvador no pudo quedarse