Vicente le sostuvo la mano a Martina en silencio, para calmarla. Luego miró a Salvador.
—Señor Morán, si no hay nada más, nos retiramos.
—Marti, vámonos.
—Ajá.
Martina le tomó del brazo y entraron juntos.
—¿Está bien si pasamos ya? ¿Luci podrá encontrarnos?
—Tranquila. Si no da con el salón, salgo por ella.
—Bueno.
Salvador los vio alejarse y el dolor le expandió desde el centro del pecho. El cuerpo entero le pesó. Dio un paso, con el impulso de ir tras ellos.
—Salva.
Estella llegó un poco después y lo sujetó a tiempo.
—¿Fuiste con el gerente? ¿Ya podemos entrar?
Él se quedó ido, mirando cómo le hablaban los labios sin escuchar del todo. Incluso su rostro le pareció ajeno. Volvió a clavar la vista hacia el pasillo por donde se había perdido Martina. Recién entonces lo sintió de veras: estaban divorciados de verdad; había quedado fuera de su vida por completo.
***
—¡Ya llegué!
Luciana no dejó que Vicente saliera a buscarla; encontró sola el privado. Ese día había llevado a Alba a ponerl