Capítulo 1525
Alejandro se había reído con el tonito de “pequeña adulta” de su hija, y aun así se le había ablandado el corazón.

—Ven acá —le besó la mejilla—. Papá tardó mucho en venir a verte. ¿Te enojaste conmigo?

—No me enojo —Alba negó con su cabecita—. Mamá dijo que papá estaba trabajando y que eso es importante. También dijo que, cuando tuvieras tiempo, ibas a venir a verme.

Lo abrazó con fuerza.

—Terminaste tu trabajo… y viniste por mí.

Así que Luciana se lo había explicado así. Alejandro miró a Luciana y le sonrió, agradecido.

—Bueno —dijo ella, restándole importancia con la mano—. ¿Seguimos parados aquí? ¿Nos vamos o no?

—¡Vámonos! —Alba agitó sus bracitos—. ¡Papá, vamos!

—Hecho.

Alejandro la llevó hacia el auto. En los niños el tiempo corría distinto: un par de semanas y Alba ya estaba cambiada. Había estirado en altura, pesaba más al cargarla, y los rasgos se le abrían: ojos grandes, nariz más marcada.

Se parecía cada vez más a él.

Antes había sido torpe —o quizá incrédulo—: cuando le de
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