Decía todo con un tono llano, como si charlara sin más; pero a Salvador aquellas palabras le punzaron. Martina sabía cómo dejarlo incómodo.
—No sigas tratándome bien —dijo Martina, mordiendo un trozo de carne seca picante—. Sí, por fuera me parezco un poco a Estella. Ni modo: hay cosas y personas que se parecen; de millones, me tocó toparme con su cara.
Parecerse no es raro.
—Pero es solo eso: nos parecemos.
Tomó su chocolate caliente.
—Ella y yo no somos la misma mujer. En carácter no coincidimos, y la mayor diferencia es…
Se detuvo y lo miró de frente.
Salvador aguardó.
—…que yo no creo en lazos sucios con ex. Si se termina, se termina: sin enredos, sin idas y vueltas.
—Marti…
Martina se acabó la botana, miró el envoltorio y sonrió leve.
—Este sabor nuevo está buenazo.
Soltó el papel, señaló hacia afuera. Desde ese ángulo, por el ventanal de piso a techo, podía verse el acceso del jardín.
—Acaba de parar un auto en la reja. Debe ser Manuel.
Miró a Salvador.
—Ya puedes irte.
Él no dis