Martina le apretó los labios en una sonrisa cortita, sin contestar.
—¿Dónde te metiste? —fue Ivana quien lo taladró con la mirada, fría como hielo.
—Estella estaba sola —se apresuró Salvador—. Le pedí un carro, la ayudé a subir y regresé de inmediato.
Se lo dijo a Martina; era un intento de explicación.
—Ajá —Ivana soltó una risita cortante—. ¿Nada más “subirla al carro”? ¿Y por qué no la llevaste hasta su casa? Tan débil como estaba, lo correcto sería quedarte a su lado… ¡sin moverte ni un paso!
—¡Mamá! —Salvador se desesperó—. ¿Qué estás haciendo? ¿Todavía quieres que sea peor? ¿No ves que Martina ni me quiere hablar?
—¡Basta! —Ivana sabía que el hospital no era lugar para lavar la ropa sucia—. Lo que haya que decir, se dice en casa.
***
Casa de los Morán.
Martina subió directo a bañarse. Había vomitado y necesitaba cambiarse. En la cocina, Ivana pidió un caldito ligero “para asentar el estómago”.
—Ven conmigo —ordenó luego, llevándose a Salvador al jardín de invierno. Tocaba hablar