Salvador se quedó en blanco, mirando a su madre sin entender.
—Deja de aferrarte —Ivana habló con enojo y con cansancio—. A Martina yo la quiero mucho. ¿Qué hizo mal para que la trates con ese corazón partido a la mitad? También es la niña de los ojos de sus papás.
Sí, los Hernández quizá subieron un peldaño al emparentar con los Morán; pero con la familia que tiene, a Martina no le faltaría un hombre decente que la quiera bien.
—Tú… —Ivana negó con dolor—. Contigo ya no hay caso. Si te hundiste en ese pasado y no puedes soltarlo, tampoco voy a seguir cubriéndote. —Apretó la mandíbula—. Suéltala. Deja en paz a Martina… y vete con Estella.
—¿¡Mamá!? —Salvador se quedó pasmado; aquello lo golpeó más que la palabra “divorcio”.
—No te me pongas feliz —soltó una risita fría—. Pueden estar juntos, sí, pero a Estella no la voy a aceptar jamás en esta casa. No habrá boda, no habrá bienvenida. Y si ustedes se organizan algo por su cuenta, no cuenten con mi presencia. Ni con la de tu papá, ni co