Martina no quería aceptar, y no iba a aceptar.
Pero, frente a Ivana, se le cerró la garganta. Había sido su imprudencia la que alteró a la suegra. Ella también tenía madre, y la salud de Laura no era la mejor. "Poniéndome en su lugar, hoy no es momento para seguir con este tema."
—Levántate —jaló a Salvador del brazo—. ¿Qué haces arrodillado frente a mamá?
—…Está bien.
Salvador soltó aire. No creía que el problema estuviera resuelto, pero al menos no habían llegado al punto de quiebre.
Martina tomó la cajita de medicinas que el médico acababa de recetar.
—Ve por agua. Mamá debe tomar su pastilla.
—Sí.
Ivana suspiró, tomó la mano de Martina.
—Esta noche no se regresan. Quédense aquí y me hacen compañía. De paso, dejo que lo regañe a gusto.
—Claro, mamá.
La suegra estaba indispuesta y, además, ella se sentía responsable. ¿Cómo negarse?
Esa misma noche, el padre de Salvador, Benjamín Morán, volvió a casa. Al ver a su esposa recostada, pálida y sin fuerzas, se asustó de verdad.
—¿Qué pasó?