Salvador sintió un brinco en el pecho. Martina lo miró de reojo.
—¿Renato volvió? ¿La golpeó otra vez?
A simple vista, la sala parecía después de una “batalla”. Pero había algo que no encajaba. ¿Qué era?
—¡Salva!
Al oír pasos, Estella salió corriendo y se lanzó hacia Salvador… hasta que vio a Martina a su lado y frenó en seco. Martina curvó apenas los labios: “Si yo no estuviera aquí, ya estaría en sus brazos”.
—Martina —Ensayó Estella una sonrisa incómoda.
—Mm. —Ella devolvió una sonrisa cortés.
Salvador rodeó los hombros de Martina.
—Vengan, siéntense. —Y para Estella—: ¿Tienes leche? Salimos a las carreras y Marti todavía no desayuna.
—E… sí. Yo se la sirvo.
—Yo voy. —Salvador fue directo a la cocina, sacó la leche del refri, la calentó y se la pasó a Martina—. Tómate esto primero. Luego te llevo a comer algo rico.
—Va —dijo ella, abrazando la taza—. Anda, atiende.
—Ajá.
Salvador respiró más tranquilo. En ese momento llegó la policía; él ya había llamado a Santiago Morán.
—Ellos… —E