—Al menos Enzo conserva lo básico de ser padre. No como algunos: ni hijos ni padres… sin una gota de humanidad.
Luciana se quedó fría; la sonrisa se le borró.
“Ale está pensando en Daniel Guzmán.”
—Ale…
Las palabras se le quedaron cortas. ¿Cómo se consuela algo así?
—No pasa nada —sonrió él, leve—. Ya me acostumbré. En esta vida uno no puede aspirar a tenerlo todo.
“¿Aspirar?”
Luciana parpadeó, con los ojos húmedos. A veces sentía que él, en realidad, no tenía nada: su madre lo dejó muy joven, y ahora… su abuelo también.
Se acercó a la ventana y corrió apenas la cortina.
—Ale, afuera… me parece que hay gente rara.
—¿Sí? —Alejandro se asomó y frunció el ceño—. ¿Serán los de Enzo?
—No lo sé —Luciana negó, insegura—. No los reconozco.
Aunque fuera la hija mayor de los Anderson, casi no había tratado con su seguridad. Fuera de aquella escolta rubia de ojos claros, todos le eran anónimos.
—Mejor no provocar —decidió Alejandro, en voz baja—. Voy a alistar las cosas.
—¿No son “buenos”?
—Quién