—Él… —Luciana, leyendo la expresión de Alejandro, entendió perfecto lo que estaba pensando. A estas alturas ya no tenía sentido ocultarle nada—. Él es mi… papá biológico.
—¿Qué? —Alejandro se quedó helado. Jamás, ni en su peor celo, habría imaginado eso. Había llegado a sentir celos de Enzo; incluso sospechó que tanta “ayuda” para Luciana traía otros fines. Y al final…
—Y… —Luciana apretó los labios, la voz se le volvió un hilo—, Lucy Pinto está con él.
Alejandro recibió la andanada de datos de golpe y tardó en procesarlos.
—Lo de ellos… —Luciana no quiso entrar en detalles— te lo contaré con calma cuando se pueda. Por ahora créeme: Enzo va a ayudarte.
Con ese antecedente, Alejandro ya no dudó. Enzo no lo haría por él, sino por su hija.
Juan se adelantó con una media risa:
—Ale, siempre hay una salida.
Y a Luciana:
—Eres el amuleto de la buena suerte de Ale.
Se le quebró un poco la voz antes de añadir, incómodo:
—Y… lo de Simón…
—Puedes estar tranquilo —se puso seria Luciana—. No solo