Capítulo 1399
Alejandro se agachó, tomó un trozo de pan y se lo metió a la boca.

—De donde vengas, te regresas.

“Vaya respuesta.”

Luciana tragó el nudo en la garganta y volvió a preguntar:

—¿Y tú? ¿Piensas quedarte escondido aquí para siempre? ¿Sabes que afuera te están buscando?

—Ya sabes que tengo orden de captura —masticó, con la mirada oscura—. Si lo sabes, ¿para qué viniste? ¿Quieres que te busquen conmigo?

—Tú…

Antes de que explotaran, Juan intervino.

—Ale, Luci, ya. Ale, Luci vino porque está preocupada por ti. Luci, no te enojes, él anda con la cabeza hecha trizas.

Alejandro apretó los labios.

—Lo repito: en cuanto seque tu ropa, te vas —pausó y añadió—. Si no te molesta llevarte la mía, también puedes irte ahora.

¿Irse? Siempre lo mismo: echarla.

Luciana se puso de pie de golpe, dejó el pan y la infusión a medio tomar.

—Perfecto, me voy ya.

Al darse vuelta, Alejandro alcanzó a ver sus pies descalzos, sin calcetines.

—¡Regresa!

—¿Qué ahora? —Luciana giró con los ojos enrojecidos, a punto de
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