A medianoche, por fin hubo noticias.
Por orden de Enzo, nadie se atrevió a demorarse: el reporte llegó de inmediato.
—¿Distrito de York?
—Sí, señor. —El hombre del equipo asintió—. Lo ubicamos en York… pero el señor Guzmán está alerta. Apenas nuestros muchachos se acercaron, se nos perdió de vista.
—¿Sigue en York?
—Creemos que sí. Para que no se preocupe, vine a avisarle primero.
—Bien. —Enzo inclinó la cabeza. Al pensar en todo lo que Alejandro cargaba con esa familia, añadió—: No filtren nada. Ni siquiera al inspector James.
—Entendido. Puede estar tranquilo.
—Además… —el hombre dudó—, no somos los únicos buscándolo.
—¿Cómo?
—Aún no sabemos quiénes son. Van con mucho cuidado. Solo los detectamos, pero no hemos podido averiguar más sin exponernos. No queremos mostrar la posición ni causarle problemas al señor Guzmán.
—Está bien. Con cautela, pero apúrense. Quiero que me lo traigan de vuelta, lo antes posible. Y recuerden: mencionen el nombre de la señorita Luciana.
—Claro. Si oye “la