Quizá por lo callado del cuarto, Estella buscó tema.
—Perdón… que me veas así. Qué pena.
Martina se quedó un segundo en blanco y negó.
—No.
Era la verdad. No eran amigas, pero eran mujeres: lo de Estella no daba risa; daba compasión y un suspiro hondo.
—Dime… —Estella parecía con ganas de desahogarse—. ¿Por qué antes de casarse te tratan como un tesoro y después van cambiando?
Martina no tenía experiencia propia, pero historias de tipos basura sobraban.
—Quizá porque ya te tienen y dejan de valorar.
Y no solo con personas; con las cosas pasa igual.
—¿Y tú? —Estella la tomó por sorpresa.
—¿Yo… qué?
—Salva —miró hacia la puerta; él se había ausentado un momento—. ¿Desde que se casaron, es distinto?
Martina se cortó, luego negó.
—No.
—Lo sabía. —Estella sonrió—. Se le nota: Salvador te trata bien, es detallista.
Martina le puso curitas en las pequeñas rajaduras y comentó sin pensarlo.
—Por ahora sí. Pero llevamos poco casados; es pronto para asegurar si cambiará o no…
—No. —Estella la int