Martina sintió que lo preguntó a propósito.
—Dámelo. —Extendió la mano—. ¿En serio no sabes qué estoy tomando?
—¿Y qué se supone que debería saber?
—Salvador —su paciencia se agotaba—. Te lo dije: ahora no conviene tener un hijo. No escuchaste… Así que me tomo la pastilla. ¿Algún problema?
Tal cual lo sospechaba, él apretó el blíster en la mano y no se lo devolvió.
—Algún día vamos a tener hijos. Si es antes, ¿cuál es el problema?
—¿De verdad no ves el problema? —Martina respiró hondo.
Ya estaban casados; no quería repetir ciertos temas. Podía entender que él necesitara tiempo para soltar el pasado, pero no que se hiciera el inocente.
Sonrió, amarga.
—¿No recuerdas cómo nos casamos? Si no fuera porque no me soltaste, porque convenciste a mi familia, y en la tuya… ¿de veras crees que yo me habría casado feliz?
—¿Y qué conmigo? —él frunció el ceño—. ¿Tan a disgusto te casaste?
—¿Cómo querías que estuviera feliz? —se rió de sí misma—. Sabiendo que para ti era una sustituta, ¿tenía que est