—No.
—Tú… —él no escuchó. Martina, desesperada, forcejeó; sin querer, le soltó una bofetada.
Salvador se quedó helado, pensó: “¿Me pegaste? ¿Tanto no quieres tener un hijo mío? ¡Somos esposos! ¿No es lo natural?”
—No quise pegarte —Martina bajó la voz, con culpa—. Pero habíamos acordado otra cosa.
—Eso fue antes. Ahora quiero ser papá pronto.
—¿Por qué? —no lo entendía—. ¡Yo no quiero!
Aquello lo punzó.
—¿No quieres?
—Quiero decir… ahora no. ¿No te parece que, como estamos, no es sensato?
—¿Cómo “estamos”? —la voz de Salvador se volvió fría—. ¿Qué tiene de “no sensato”?
“¿De verdad tengo que decirlo?”, pensó Martina. Suspiró.
—Te lo diré claro: siento que lo nuestro aún no es firme. No sé si vamos a aguantar en el tiempo. ¿Para qué traer un hijo en medio de la duda?
Sí, hoy muchos se divorcian, y hay muchos hijos con padres separados. Pero no hay que traer una vida así, sin certeza. Sería irresponsable con ese bebé.
No imaginó que esas palabras prenderían el enojo que Salvador había ma