Entre la gente alguien soltó una risita.
—Señor guardia, hágale el favor —dijo uno—. ¿No ve que está desesperada?
—Sí, pobrecita —añadió otro.
—Asuntos de pareja no son mi problema —cortó el guardia, harto—. Yo respondo por la seguridad de los residentes. ¡Circule, por favor!
Martina estiró el cuello para mirar. Al volver la vista a Salvador, le notó el gesto cambiado.
—¿Qué pasa?
Ya no necesitó respuesta. Reconoció a la mujer que armaba el alboroto. Salvador, con solo oírla, ya la había identificado. Estella Moretti se dio la vuelta, resignada, justo cuando los vio.
—Salva.
Salvador frunció apenas el ceño y miró a Martina.
—Marti, ¿la dejas pasar un momento? ¿Sí?
Martina apretó los labios. ¿Podía decir que no? Él lo pedía con una cortesía impecable… y Estella tenía esa cara de desamparo.
—Está bien.
—Gracias —Salvador le apretó la mano—. Estella, pasa. Lo hablamos adentro.
—Gracias —repitió Estella, y le dirigió a Martina una mirada agradecida—. Gracias a ti.
—No hay de qué —pensó Mar