Al acercarse a la Casa Guzmán, se veía desde lejos un grupo arremolinado en la entrada, discutiendo a voces.
—¿Quiénes son? —Enzo bajó la velocidad.
Luciana entornó los ojos para identificar. No los conocía: nunca había visto a Daniel Guzmán y los suyos. Enzo estacionó a un lado de la acera; Luciana bajó y distinguió entre la gente a Simón Muriel.
—¡Simón!
—¡Luciana! —Simón corrió a su encuentro y la cubrió con el cuerpo para abrirle paso hacia adentro.
—¿Quiénes son? —frunció el ceño, clavando la mirada en Daniel y compañía.
—Ay… —Simón soltó un suspiro, sin saber por dónde empezar—. Son familia de Ale… y al mismo tiempo no lo son.
¿Familia y no familia? Luciana no entendió, pero el tono ya le decía que aquello no traía nada bueno.
—Luciana, entra ya, por favor.
—Sí.
Afuera, Daniel seguía gritando:
—¡Ustedes no tienen autoridad para hablarme! ¡Que salga Alejandro! ¡Quiero saber si me va a permitir despedir a mi padre!
Luciana se quedó helada. ¿“Su padre”? ¿Hablaba del señor Miguel? ¿E