Daniel se quedó sin aire un segundo, incapaz de replicar.
—Vete —Alejandro lo miró frío—. Llévate a tu familia. Tómalo como el último gesto de buena voluntad hacia el abuelo.
No volvió a dirigirle la palabra. Se volvió hacia Sergio:
—Encárgate de aquí. Que nadie lo moleste.
—Sí, jefe.
***
Llegó el inevitable: los preparativos del funeral. Luciana llamó a Elena para que viniera por Alba; había demasiadas cosas que hacer y la niña no podía trasnochar. Cuando Luciana regresó al pasillo, Alejandro se sorprendió un instante. “¿De nuevo aquí?”
—Quiero quedarme —dijo Luciana, apretando los labios—. ¿Puedo?
Era para acompañarlo. Y para despedir a Miguel.
Alejandro pensó dos segundos y asintió.
—Está bien.
En la habitación, la escena le resultó conocida a Luciana: años atrás, había acompañado a su padre en ese mismo ritual. Entonces ella despidió a Ricardo; ahora, Alejandro despedía a Miguel.
La cuidadora entró con una palangana.
—Señorita Herrera, ¿lo hago yo o…?
—Yo —se adelantó Ale, arremang