Luciana salió primero de la habitación. Cuando Felipe volvió a entrar, Miguel ya estaba de pie, apoyado en el bastón.
—Felipe, llegaste justo. Vámonos.
—Sí, don Miguel.
Felipe creyó que irían a Grupo Guzmán. Pero, ya en el auto, Miguel dictó otra dirección.
—Vamos a ver a una vieja amiga.
—Don Miguel, ¿a estas horas…? —Felipe no entendía que, en ese estado, todavía pensara en “visitas”.
—Jaja. —Miguel sonrió sin explicar—. Conduce.
Abrieron en cuanto tocaron. Era una empleada doméstica.
—Buenas noches, ¿ustedes son…?
—Avísele a su señora que la busca Miguel Guzmán… Hace años me salvó la vida.
—Enseguida.
Al poco, la puerta se abrió de nuevo. Salió Lucy Pinto.
—¡Don Miguel! —lo recibió en persona; eran, después de todo, conocidos de antaño—. ¿Cómo que usted por aquí? Pase, por favor, adentro.
—Lucy, no sea tan atenta.
Miguel aceptó la cortesía y entró.
—Preparen algo caliente —pidió Lucy a la empleada—. Don Miguel, ¿prefiere té de tila o manzanilla?
—Cualquiera está bien.
—Entonces deci