Alejandro jamás podría aceptar con calma que Luciana se casara con otro.
Pero había dejado de forzar las cosas.
***
Tras la boda, Salvador y Martina salieron esa misma noche de Ciudad Muonio rumbo a su luna de miel.
Alejandro y Luciana, como padrino y dama de honor, habían bebido más de la cuenta. La familia Morán fue previsora: cambiaron el tipo de alcohol y hasta les dieron medicación preventiva. Aun así, al salir del salón, Alejandro se mantenía en pie sin mayor problema —apenas una ligera molestia en el estómago—, mientras que Luciana caminaba con la vista nublada.
—Luci —Fernando llegó a sostenerla por el codo.
Él también había asistido: invitado del novio y, además, compañero de estudios de la novia.
Justo cuando Fernando la tomó, la mano que Alejandro había extendido para sujetarla se retiró a mitad de camino. Fernando lo notó, pero no dijo nada.
—Luci se pasó de copas —anunció—. La llevo a casa.
Alba ya estaba durmiendo: Elena la había recogido temprano.
—Está bien…
—¡Ale! —Ser