Capítulo 126
Cuando las palabras no surtieron efecto, Alejandro no vio otra opción más que recurrir a la fuerza. Se levantó bruscamente, sacudiendo su brazo con tal ímpetu que Mónica terminó cayendo sobre la silla.

—¡Ah…! —exclamó, impactada.

Mónica se apoyó en la mesa, temblorosa, la incredulidad reflejada en sus ojos. ¡Él la había empujado! Alejandro, con el rostro endurecido, apretó los dientes, luchando contra la tormenta de frustración que lo invadía.

—No quiero hacerte daño —su voz, aunque tensa, intentaba mantener la calma—, pero lo que más odio es que me manipulen.

Sin mirarla, dio media vuelta y salió del lugar a grandes zancadas.

—¡Alex! —Mónica trató de incorporarse, pero su desesperación la traicionó. Al moverse con demasiada prisa, tropezó con la silla y cayó al suelo.

—¡Alex, Alex! —gritó, con la voz cargada de furia y desesperación.

Vio cómo se desvanecía ante sus ojos. La ira la consumió desde lo más profundo, golpeando el suelo con los puños. ¡Había estado tan cerca! Había sentido
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