—No —Fernando sonrió y negó con la cabeza—. Yo también acabo de llegar. Estoy… bien.
Pasaba el día en casa, sin mucho que hacer; esperarla un rato no tenía nada de malo.
—Vamos —dijo Luciana, tomándolo del brazo—. Aprovecha para descansar ahora. Cuando estés bien, no te van a parar.
No exageraba. La empresa que había cofundado con Dante Torres —CreaTech— la sostuvo Dante todos estos años; con la inversión y las acciones de Fernando, él nunca “quedó sin trabajo”. Aun así, Dante, solo contra el mundo, respiró aliviado cuando Fernando despertó: el cerebro técnico de CreaTech siempre fue Fernando. En días recientes, además de la rehabilitación, Victoria le había contado a Luciana que él ya retomaba, en silencio, su especialidad. Iba hacia arriba. Qué bien.
Entraron hombro con hombro a una tienda.
A unos metros, Alejandro se quedó inmóvil. No avanzó. No por ver a Fernando, sino por el letrero: un atelier nupcial de alta costura. No cruzó la puerta.
Adentro.
Fernando sacó el teléfono y lo pu