A Martina se le hizo trizas el sueño.
—¡Ya voy! —se incorporó de golpe.
—¿Baja a comer o se lo llevo? —preguntó Julia desde la puerta.
—Me cambio y bajo ahora.
—Bueno.
No había remedio: Martina se puso una pashmina al vuelo, se lavó la cara y bajó las escaleras.
***
Por la tarde, cuando terminó todo en la oficina, Salvador se dispuso a volver. También canceló los compromisos de la noche.
Recogió sus cosas y llamó.
—¿Qué haces?
—¿Qué voy a hacer? —bostezó Martina—. Tirada en la cama.
—¿Aburrida? —él sonrió—. Acabo aquí y salgo. En media hora estoy ahí. Espérame.
—Ajá.
Tocaron la puerta del despacho.
—Señor Morán, la señora Moretti está aquí —avisó la secretaria.
Antes de que terminara la frase, Estella Moretti ya había entrado.
En el Grupo Morán todos conocían su historia; a Estella nunca la frenaban: había una orden antigua de Salvador —si venía, pasaba directo.
Salvador colgó con prisa.
—En casa seguimos —alcanzó a decirle a Martina.
—Salva… —saludó Estella.
—Estella —él frunció apena