La cargó hasta la recámara principal y primero la dejó en el sofá.
—Los muebles no puedo cambiarlos ahora; empecemos por las sábanas. No tengo de color, pero tengo lisas, blancas… ¿Te va bien en blanco? Si no, mando a comprar ahora mismo.
Vaya que no le pesa complicarse.
Lástima que toda esa paciencia no fuera realmente por ella.
Ante los ojos de Martina apareció el rostro de Estella Moretti…
—Como quieras.
De pronto todo le pareció absurdo: ¿qué estaba haciendo? Si ya sabía que era una sustituta, ¿para qué seguir dándole pruebas?
—Bien.
Salvador le acarició la cabeza. —¿Lo cambio yo o que lo cambie Julia Sánchez?
Tenía que preguntarlo bien, no fuera que luego hubiera otro “no me gusta”.
—Cámbialas tú.
Martina se recargó en el sofá y atrajo un cojín. —Julia está cocinando; ¿no estás dispuesto a hacer esto por mí?
—Por supuesto.
Salvador acató sin condiciones. —Voy; dame un momento.
Entró al vestidor, sacó un juego de sábanas blancas, retiró las anteriores y fue tendiendo, pieza por pie