Capítulo 1190
Por venir de familia comerciante, Martina sí sabía un poco de baile de salón: no era profesional, pero se defendía.

Salvador Morán lo hacía mejor; con él guiándola, Martina lució todavía más.

—Bailaste muy bien —la miró desde arriba cuando terminó la pieza.

—Es porque tú me llevaste.

Soltó sus manos para volver a la silla.

—Marti.

Pero Salvador la detuvo.

—¿Mm? —se extrañó—. ¿Seguimos baila…?

No terminó: él se arrodilló en una rodilla frente a ella.

—¡Oye! ¿Qué te pasa? Levántate… —se agachó a alzarlo, asustada.

Salvador negó con una sonrisa. Le tomó una mano con una, y con la otra sacó del bolsillo una cajita que había acariciado toda la noche. La abrió y se la mostró.

La caja traía luz.

Adentro brillaba un anillo de diamantes. Grande; no supuso cuántos quilates. Deslumbraba.

Martina se quedó pasmada. ¿¿Un regalo de cumpleaños… así?? No sonaba a “cumple” de millonario… ¿o sí?

—Marti —alzó la vista, devoto y serio—. ¿Quieres casarte conmigo?

Y repitió en voz baja:

—¿Nos casamos?

Martin
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