Capítulo 1187
—¿Qué cosa? —Alejandro no entendió.

—¡Dámelo! —Juana infló las mejillas—. El menú. ¿No me invitaste a comer? Tengo hambre.

—Claro.

Alejandro le pasó la tableta.

—¿Qué vas a comer tú? —preguntó ella.

—Pide lo que te guste. Yo, lo que sea.

Últimamente no tenía apetito: se llenaba de trabajo y se le olvidaba comer. Ahora comer era, para él, apenas combustible: le daba igual el plato.

—Está bien.

Juana no se contuvo y pidió media carta.

¿Así de buen diente? A Alejandro se le vino Luciana a la cabeza: siempre comía bien. Por su trabajo gastaba energía y el hambre le volvía puntual…

—Oye —Juana cerró el pedido y lo miró—, ¿podemos ser amigos?

Se conocían desde hacía tiempo, pero como ella lo perseguía y él se le escabullía, ni a amigos llegaban.

—Por supuesto —no la rechazó.

—Tú lo dices, ¿eh? —alzó la derecha y dio un golpecito en la mesa—. Los hombres cumplen su palabra, ¿sí?

—¿Quieres decir “palabra de caballero no se echa atrás”?

—¡Eso! —aplaudió.

Alejandro sonrió de lado.

—De acuerdo.

F
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