—¿No lo vas a reconocer? ¿Crees que así cambias los hechos? ¡Domingo es sangre de los Guzmán! Con una prueba de paternidad, la ley te va a obligar a aceptarlo.
Alejandro empujó la puerta y se encontró a Marisela gritándole sin respeto a su abuelo.
Fue directo, la tomó del brazo y la jaló hacia afuera.
—¿Sabes dónde estás? ¿Crees que aquí puedes hacer tu numerito? ¡Lárgate! ¡Ahora mismo!
Al verlo de cerca, Marisela se quedó helada.
—Tú… Alejandro, ¿tú y Domingo de veras…?
—¡Fuera! —no quiso oírle una sola palabra—. Si no te vas, llamo a seguridad.
—¿Te atreves?
—¿Quieres ver si me atrevo?
—¡Juan!
La puerta se abrió y entró Juan Muriel con varios hombres.
Marisela se puso rígida, la voz le tembló:
—Muy bien, eres fuerte. ¡Ya verás!
—Perfecto, te espero.
Alejandro soltó su muñeca con tal fuerza que la echó fuera del cuarto.
—Esto es Ciudad Muonio. Con lo que traen, quiero ver qué alboroto pueden armar. ¡Largo!
¡Pum! Cerró la puerta de un portazo.
—Ay —don Miguel suspiró, mirando divertido