Enzo lo pensó con cuidado: aun si salía hacia Toronto de inmediato, el vuelo más rápido le tomaría por lo menos diez horas.
Una vez allá, Carolina Romero podía incumplir sin pestañear.
Y aunque cumpliera, ¿aguantaría Luciana tanto tiempo…?
Supongamos que resistiera. ¿Qué pasaría después?
Carolina ha armado tantos escándalos estos años que, si hoy lo doblega, mañana repetirá la jugada.
No tiene límite alguno y la vida de Luciana le importa un comino.
Si ahora pudo atentar contra Luciana, ¿qué le impediría hacerlo de nuevo?
Y si no es Luciana, podría ser Pedro… incluso Kevin.
Imposible.
Enzo apretó los dientes: no pensaba dejar que Carolina siguiera actuando a su antojo.
Por Cristina se contuvo muchas veces; pero esta vez… no podía culparlo por llegar a este punto.
***
Dos horas después sonó de nuevo el móvil.
Carolina entró hecha una furia:
—¡Enzo, quieres matarme, verdad? ¿Cómo puede existir alguien tan cruel? ¿Sigues siendo persona?
Él soltó una risita.
—¿Yo te presiono? Me intriga si