—¡Oye! —Luciana se quedó pasmada y lo tomó del brazo—. ¡Alejandro, ni se te ocurra…!
¿En serio estaba pensando cambiar un convertible por una bicicleta?
—Tranquila —él le sonrió de medio lado—. Es solo un coche; no vale gran cosa comparado con esto.
Volvió con los recién casados:
—Entonces, ¿trato hecho?
¿Quién iba a decir que no? Bicicleta por descapotable: el sueño de cualquier turista. La novia asintió entusiasmada y el novio aceptó enseguida.
—¡Listo! —Alejandro les entregó las llaves y, tomándole la mano a Luciana, añadió—: Ven, súbete a la bici de tus amores.
Luciana abrió la boca sin hallar palabras. La pareja arrancó feliz en el convertible mientras ella fulminaba a Alejandro con la mirada.
—¿Tienes algo contra el dinero? —bufó.
Él besó el dorso de su mano:
—Si con esto yo puedo comprarte una sonrisa, el dinero no sirve de nada.
—¿Te parece que yo sonrío? —contestó, sardónica.
—Lo sabremos cuando te subas. —Él montó en la bicicleta y la invitó con un gesto—. ¡Arriba!
Sin más re