Capítulo 1090
—¡Me encanta! —Alba respondió sin duda—. ¡Tienen que quererse para siempre!

—Claro —Alejandro sonrió—. Yo te lo prometo.

—¡Eres el mejor!

***

Llegaron a Maldivas a las ocho de la noche.

La diferencia horaria con Ciudad Muonio es de unas horas, así que allí ya eran las once; al aterrizar, Alba volvió a quedarse dormida.

Eligieron no volar a Australia, sobre todo por Alba: un desfase mayor la habría agotado y, con la adaptación al clima, sería aún peor.

La idea de Alejandro era: «En adelante saldremos cada año; iremos conociendo el mundo poco a poco».

Luciana solo sonrió sin responder.

¿En adelante? Quizá no haya «en adelante».

Todo estaba reservado de antemano.

Elena se llevó a Alba a la cama y Luciana y Alejandro entraron a su cuarto.

Mientras ella se duchaba, él entró sin hacer ruido.

Luciana iba a rechazarlo, pero Alejandro ya la rodeaba, murmurando, suplicante: —Ha pasado mucho…

Sí, mucho. Desde el accidente.

El «vete» de Luciana se transformó en: —Con cuidado, no tires del hombro.

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