Ah, cierto: ante mamá no podía decir “papá”.
—El tío me tomó la mano y me fue guiando.
—¿Y le diste las gracias a él?
—¡Claro! ¡El tío es genial!
Luciana sintió un nudo en el pecho.
Llevaban poco tiempo en la villa Trébol, pero era evidente lo mucho que Alejandro quería a Alba.
Algunos nacen con madera de padre; él era de esos.
Patricia se asomó.—Señor Guzmán, doctora Herrera, la cena está lista. ¿Les parece?
—Perfecto.
—¡A comer! —Alba dejó el cuaderno y tiró de Alejandro—. Tío, a lavarnos las manos; ven conmigo.
La pequeña sabía que él no podía alzarla por la herida, así que solo le tomó la mano, muy seria y cuidadosa.
—Vamos.
Al verlos alejarse, Luciana sintió que la pena le pesaba más: si algún día se separaban, ¿lloraría Alba? Llorar, seguro; la duda era si ella lograría consolarla.
***
Luciana pasó por la casa familiar de los Herrera. Hacía poco que la había recuperado; sus dos departamentos ya estaban alquilados y la mansión, recién mantenida. Mudarse allí no requeriría gran esf