Capítulo 1049
La habitación quedó de pronto con solo Juana y Alejandro, mirándose incómodos.

Recién entonces, Juana se dio cuenta, con cierta torpeza:

—¿Luciana habrá malinterpretado algo?

Pff.

Alejandro soltó una risa seca.

—¿Tú qué crees?

—¡Ay! —exclamó Juana, dándose un golpecito en la frente—. ¡Perdón! Voy a explicárselo ahora mismo.

Se dio vuelta y salió corriendo.

—¡Luciana, espérame!

Luciana no había avanzado mucho y enseguida la alcanzaron.

—Señorita Díaz, ¿qué sucede…?

—Un momento…

Juana se detuvo y recuperó el aliento.

—¿Y todavía preguntas? ¿Por qué huiste? Dejas a tu hombre a solas conmigo y te quedas tan tranquila?

¿Su hombre? Luciana no supo cómo responder a eso y cambió de tema:

—¿Saliste corriendo por algo en especial?

—Ay…

Juana soltó un suspiro largo y habló con sinceridad:

—Vine a pedirte perdón. Tal vez porque crecí en el extranjero, o porque soy medio despistada… apenas caí en cuenta de que podrías haber malinterpretado lo de Alejandro y yo.

—Es cierto que estuvimos juntos en el
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