Capítulo 1047
Cuando Luciana salió del baño, Sergio estaba apostado junto a la puerta.

—¿Eh? —parpadeó ella, esbozando una sonrisa resignada—. ¿Temes que me escape?

—Luciana —frunció el entrecejo—, con Alejandro y Juana no hay nada raro. No te confundas.

—¿Raro? ¿Confundirme? —replicó, tranquila—. Explícame, ¿qué son ellos y qué pienso yo?

La pregunta dejó a Sergio sin palabras.

—Vamos, no te preocupes por mí; esperaré hasta que termine la cirugía.

Y realmente parecía serena, lo que a él le resultó casi inquietante. ¿Demasiado calma, tal vez?

—No te quedes plantado, ven —lo invitó, caminando delante.

Una hora después, la operación concluyó y trasladaron a Alejandro a una habitación.

Un médico detuvo al grupo en la puerta:

—No pueden entrar todos. Está fuera de peligro, pero necesita reposo y sigue bajo anestesia. Solo el familiar más cercano.

Al oír eso, Luciana dio un paso atrás y volvió la mirada hacia Juana.

La joven se quedó perpleja. ¿Por qué la señalaban a ella?

—Señorita Díaz —dijo Luciana—,
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