—¡Pasa! —dijo con la boca llena, sin alzar la vista—. Ni siquiera está cerrada.
El lugar casi nunca recibía visitas, de modo que supuso que era otro compañero. El silencio la hizo dudar; levantó la cabeza y vio, algo cohibido, a Vicente —a quien no veía desde hacía tiempo— con varias bolsas en la mano.
—Marti…
Martina dejó a un lado la cajita del almuerzo y lo miró con resignación.
—¿Ahora qué haces aquí?
Desde la licenciatura los dos andaban siempre en el servicio de Radiología; los compañeros sabían que eran buenos amigos, por eso nunca le negaban la entrada.
Vicente se aclaró la garganta, algo cohibido. Le tendió varias bolsas.
—Estuve fuera del país y… te traje unas cosas. —Señaló el contenido con torpeza—. Tu base de maquillaje, la que siempre usas; ese bolso que buscabas y aquí estaba agotado; y también…
—No los quiero.
Le cortó en seco. Sus labios se curvaron en una media sonrisa cargada de ironía.
—¿Que no… los quieres? —balbuceó él—. ¿Por qué?
—¿Por qué? —Martina parpadeó, inc