—¿Nada? —preguntó, incrédulo.
—Si el destino no se hubiera ensañado, ni siquiera tendríamos contacto.
Él se rehusó a rendirse:
—Tal vez ese “azar” solo prueba que nuestra historia aún no termina.
—No lo creo. Y si existe, es mala suerte —respondió ella sin titubeo.
Alejandro sonrió con amargura. Ya cambiarás, pensó. Mientras respires, hay esperanza.
Luciana retomó el asunto pendiente:
—Hablando en serio: avisa a la policía. Mónica no me empujó deliberadamente; el vídeo lo demuestra. No quiero quedarme con una mentira.
Lo que buscaba era que pagara lo justo, no más.
—Está bien —cedió por fin—. Sergio se encargará.
En efecto, el video se archivó y Mónica fue exonerada de “agresión intencional”, pero tuvo que asumir “lesiones por imprudencia”: quince días de detención administrativa y una multa considerable. Asunto cerrado.
Aquella misma noche Luciana y Alba se mudaron definitivamente al piso superior.
***
Luciana se empeñó en bajar a desayunar desde muy temprano.
Alejandro se cruzó de br